Hubo un tiempo en que los entendidos en Comportamiento Humano aconsejaban que tuviésemos siempre a mano una frase que nos animase a perseverar en momentos de zozobra… Decían que era muy positivo escribir para uno mismo, en una lámina de papel más o menos pequeña, una frase alentadora que nos motivase nada más fijar nuestra mirada en ella. Creyendo en el poder de sugestión de la palabra escrita, rellené cientos de folios durante mi adolescencia, pero al final sólo colgué un mensaje en la pared: Ars longa, vita brevis.
Al observar este cartel realizado por alumnos de un colegio de primaria, siento la necesidad de volver atrás en el tiempo y forrar con cartulinas las paredes de mi adolescencia. Pintar un corazón grande y rojo en el centro y rellenar las letras con rotulador azul. Porque, después de todo, sólo era cuestión de caminar.