"A finales de 1876, el profesor Franz Boll (1849-1879) descubrió que la capa externa de la retina posee un color púrpura. Halló que esta superficie se blanqueaba al ser expuesta a la luz, pero retomaba su color original en la oscuridad. Este color púrpura, que Boll llamó sehpurpur (púrpura del ojo), desaperece inmediatamente después de la muerte"

jueves, 29 de noviembre de 2012

Azul místico V

"El azul no existe, bueno, el azul no existía. En muchos idiomas, "azul" no tiene entidad o es indistinto de otra gama. El "azul" para los bantúes, se parece al verde, igual que para el chino. El cielo es perfectamente verde, también, para los japoneses que confunden y varían los dos colores como nosotros decimos "pelota" o "balón". Para Homero, que no existió, lo único que se parece a ese "azul" es Atenea γλαυκὣπις ('ojos grises' o, incluso 'ojos de garza') y podemos ver que su mar es gris, pese a ser nuestro azul mediterráneo, probablemente con menos gasoil por disolver. Para Plinio el viejo, los grandes pintores sólo se valían de cuatro colores: rojo, blanco, negro y amarillo. No del azul, que tampoco está dentro de las tablas alquímicas, no pertenece a ninguna de las razas (no hay razas azules, pero somos blancos, amarillos, negros...), porque el azul no es un color natural.
Nosotros somos azules. Profundamente azules. El color del aire, para nosotros, niños, era azul, como para los pompeyanos de la Villa de los Misterios era rojo. Los pantalones son azules, la tinta de los bolígrafos, la bandera de la Unión Europea, los cascos azules, el cielo y el mar. Lo que no tiene forma, lo que se pierde, es azul, un color relativamente nuevo, un color sacado de la nada.
Sólo los bárbaros (los extranjeros) de Europacentral (esos pueblos que habitaban lo que hoy es Francia, Alemania, Polonia...) se pintaban el cuerpo entero de azul para entrar en combate o asaltar en la noche. Hasta el siglo XIV, el siglo de la flor de Lis que emerge de la guerra contra los albigenses del sur, el siglo de la consolidación de todas las vocaciones marianas europeas, el azul no es un color por sí mismo, sólo una casualidad, una extrañeza.
Después Goethe dirá que es el elemento de la oscuridad (la sombra natural no es negra, es azul) y Víctor Hugo, tras ver abiertas las grandes tumbas egipcias, se verá deslumbrado por ese Azur, que significará, más que la muerte, la libertad. Verlaine, Valéry, Darío... Azules en la poesía, azules en las comunidades de Cézanne y en la tristeza de Picasso.
El azul se nos ha impuesto en la industria desde que, sin querer, se descubrió el azul de Prusia, que invadió Europa y aún la sostiene. Se buscaba el rojo y se encontró la ilusión, la profundidad, el cielo y el mar, lo que no tiene forma y lo que, en realidad, dibuja la fantasía de las multitudes insolubles que somos."

Javier Pérez

lunes, 19 de noviembre de 2012

Interludio III

“Si es verdad que los gatos y los perros no ven los colores, ¿qué es lo que se pierden? De una cosa podemos estar seguros: la ausencia del color debe privarles de una dimensión de discriminación de las más eficaces. Será mucho más fácil distinguir y atrapar una pelota que ruede sobre el césped si se la identifica no sólo por su movimiento, forma, textura, y quizá luminosidad, sino también por el color rojo intenso que la distingue de la hierba verde. Además de esto, es posible que los animales dotados de visión cromática respondan a esa cualidad poderosamente vivificadora que para nosotros distingue un mundo coloreado de otro monocromo.”
Rudolf Arnheim: Arte y percepción visual, fragmento escogido.