"A finales de 1876, el profesor Franz Boll (1849-1879) descubrió que la capa externa de la retina posee un color púrpura. Halló que esta superficie se blanqueaba al ser expuesta a la luz, pero retomaba su color original en la oscuridad. Este color púrpura, que Boll llamó sehpurpur (púrpura del ojo), desaperece inmediatamente después de la muerte"

sábado, 9 de julio de 2011

Lucha de egos

No sé con exactitud si por fin se demostró científicamente que quienes escriben sus deseos son más propensos a alcanzarlos. El hecho es que, hoy en día, quien no escribe algo en la Red, -principalmente sobre sí mismo-, termina siendo invisible a los ojos de los demás (interesados o no en leer sus opiniones). Tres cuartas partes de un tercio de la Humanidad está deseosa de narrar sus experiencias diarias a través de las redes sociales. Del último tercio de las tres cuartas partes restantes sabemos bien poco, porque no se hace visible virtualmente o porque sencillamente no dispone de los medios para hacerlo. Es lo que se ha dado en llamar la brecha digital: unos cuantos tenemos acceso a múltiples medios de comunicación audiovisual, mientras que otros pocos apenas tienen recursos para vivir dignamente.

Dentro del grupo dotado de las últimas herramientas tecnológicas en comunicación e información, el colectivo más visible, y por ello el más numeroso (según las estimaciones puestas de moda en los últimos años), es aquel que utiliza asiduamente las redes sociales como medio para interactuar con otros internautas.
Tengo la sensación de que hoy en día se están devaluando las virtudes de lo privado. Ahora se escribe para todos y para nadie en concreto. Lo privado pasa a ser público de la manera más frívola porque se tiene el convencimiento de que, para que te presten un poco de atención, es imprescindible mostrar un detallado e interesante perfil de uno mismo. Dar información personal más o menos comprometida equivale a dejar una huella imperecedera en este caótico universo virtual, o lo que simbólicamente equivaldría a ser inmortal, (la información digital que dejamos es prácticamente imborrable). Por tanto, no es de extrañar que cada vez se haga más patente esta lucha de egos, donde todos queremos saber, hacer y tener más que el resto, pero donde nadie logra simplemente ser.

viernes, 10 de junio de 2011

Los riesgos de la infoxicación

Hace poco cayó en mis manos un pequeño artículo titulado: ¿Estás infoxicada? Me detuve a leerlo porque me llamó poderosamente la atención este neologismo: INFOXICACIÓN, formado por las palabras información e intoxicación. Más o menos venía a decir que nuestra capacidad de consumir y asimilar información es limitada, al igual que nuestra atención, y por tanto, al estar sobreexpuestos a una cantidad ingente de datos derivados de los múltiples medios audiovisuales que tenemos a nuestra disposición corremos el riesgo de padecer estrés y ansiedad informativa, es decir, corremos el riesgo de necesitar estar permanentemente conectados a esos medios de información que nos saturan de datos, y, lo que es peor, de no poder asimilar esa información con coherencia y detenimiento.


Ante estas situaciones cada vez más frecuentes de infoxicación, en un contexto cada vez más virtual, deberíamos plantearnos seriamente la importancia que tiene hoy en día la educación mediática. No soy de los que creen que es preciso educar en los nuevos medios para plantarles cara u oponerse a ellos, sino para saberlos manejar con madurez, moderación y coherencia. En este asunto, como en la mayoría concernientes a la educación, no se puede imponer un único modelo para todos los alumnos, porque cada uno de nosotros tenemos una forma muy particular de asimilar la información (no solo proveniente de los medios digitales, sino de cualquier canal comunicativo) y porque no a todos nos sienta bien tomar la misma dosis de información al día. Es preciso poner el acento en la diversidad de modos de entender la vida, de asimilar conceptos y emociones, y de realizar acciones. Pretender que, con una educación mediática pertinente, tanto niños como adultos acabemos siendo expertos en el dominio de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación es como pretender que con un buen entrenamiento diario acabemos siendo todos –tanto niños como adultos- deportistas de elite. Es necesario, e incluso imprescindible, educar en los nuevos medios, pero también hay que saber cuándo es pertinente dejar de insistir en el uso de la herramienta digital para evitar el abuso que de ella se puede llegar hacer, en un contexto ya de por sí infoxicado.

A vueltas con el violeta

Cuando era pequeña, me llamaba mucho la atención un anuncio que veía a menudo en las revistas que estaban por mi casa. Por aquel entonces, concretamente a finales de los 80, los niños no estábamos tan sometidos a los medios de comunicación como ahora, -principalmente porque internet aún no estaba al alcance de cualquiera-, y, quizá por eso, nuestra capacidad de imaginación estaba más a flor de piel, (digamos que éramos algo más inocentes o interpretábamos los acontecimientos que nos sobrevenían de un modo más ingenuo…) El caso es que, aquella imagen que me llamaba la atención consistía simplemente en una reproducción de un trozo de seda violeta rasgada en el centro, una abertura muy sutil que parecía evocarme la forma de un palillo, de hecho, cada vez que veía esa imagen creía que lo que se promocionaba era un palillo, o, en su defecto, algún tipo de producto de higiene personal. Tiempo después, descubrí que se trataba de una marca de tabaco.



Buceando en mi archivo personal de imágenes rescatadas del olvido, conseguí dar con ella. Ahora, al analizarla con algo más de perspectiva y objetividad, no dejo de acordarme del punto de vista infantil que malinterpretó el mensaje publicitario de esta marca comercial, y tampoco dejo de creer que la elección de este color violado para promocionar un tabaco es poco acertada. No obstante, resultó sin duda llamativa y original, pues a los niños no les llama la atención cualquier cosa.

jueves, 9 de junio de 2011

El hombre aislado y el hombre varado

Observen al hombre aislado de la imagen. Aproximen su mirada al hombre varado de la fotografía: ¿En qué se parecen? ¿Qué los diferencia?
El hombre aislado adquiere relevancia en el discurso visual al ocupar un mayor espacio dentro de la escena. Al hombre varado se le relega a un segundo plano, más allá de lo "real" representado (es un elemento accidental, postizo: un souvenir que alguien muestra a la cámara). 
Ambos fijan su mirada hacia el mismo punto; el diálogo entre el modelo y el espectador se rompe: los personajes no miran al objetivo de la cámara, permanecen de perfil, impasibles, contemplando el horizonte... Tampoco podemos adivinar la expresión de sus rostros, solo advertimos sus siluetas, bien definidas por el contraste con el fondo. 

Ambas representaciones conjugan la soledad del hombre con el paisaje marítimo: en una representación figura un escenario donde se reparan y construyen barcos, en otra, aparece una construcción extraña sobre la arena de la playa. En ambos casos predominan las tonalidades azuladas, provocando en el espectador una sensación de lejanía, de quietud, e incluso de frialdad. Aquí no caben interpretaciones cerradas. La fuerza visual de la repetición (el modelo duplicado, mirando hacia el mismo sitio) remarca la importancia que cobra el personaje dentro de la escena. Me inclino a pensar que ambos modelos simbolizan la espera firme y paciente del solitario, un hombre que, en su aparente quietud, aguarda la llegada de un bote que lo pueda trasladar a otro lugar. El hombre varado quizá espere la llegada de un barco que le lleve a una isla; mientras que el hombre aislado quizá espere la llegada de un barco que le lleve a tierra firme, para poder amarrarse de nuevo a la vida urbana de la que salió.

miércoles, 8 de junio de 2011

Coloreando (Segunda parte)

El azul es el color del espacio, del cielo y del mar. El color del pensamiento, de lo infinito. Es un color que inspira tranquilidad, confianza, sosiego y firmeza; transmite frescura y limpieza.
En esta imagen contemplamos el azul en el cuerpo de una mujer que sujeta un yogur desnatado, curiosamente de manzana… El desnudo azul de Eva, (inquietante simbiosis):

Coloreando (Primera parte)

Hace no mucho tiempo leí en algún sitio que el color es básicamente emoción. Yo no sé hasta qué punto los colores que percibimos en nuestro día a día son pura emoción, pero es fácilmente demostrable que el color transmite estados emocionales. La percepción de un color es tremendamente subjetiva y por tanto, el significado que le demos a un matiz determinado no puede ser universal. Podríamos sobrevivir percibiendo la realidad únicamente en blanco y negro, -como hacen los tiburones-, sin embargo, nuestro sistema visual está diseñado para percibir los tres colores-luz (verde, rojo y azul) y sus múltiples combinaciones posibles. De ahí se puede extraer la conclusión de que la percepción que el ojo humano hace del universo cromático que le rodea no es ni mucho menos superflua o gratuita, más bien al contrario: termina siendo sustancial y juega un papel muy importante en nuestro bagaje emocional.
Por tanto, aunque la apreciación del color no pueda estandarizarse, sí se han hecho a lo largo del tiempo diversas asociaciones simbólicas entre un color y un elemento de la naturaleza, o se le han dado distintos significados a un color, dependiendo de la emoción que despierta su visualización o de la impresión subjetiva que nos transmite:

El amarillo es el color del sol, de la luz y de la intuición que nos ilumina en un breve espacio de tiempo. Es el color del oro, de la riqueza y de la abundancia. Nos transmite fuerza, poder y energía, y nos procura placer. Sin embargo, también es el color de la envidia, de la ira y la traición. En ocasiones se le asocia con la mala suerte, sobre todo en el contexto teatral.



En estas dos imágenes se muestra claramente la ambivalencia simbólica del amarillo: por una parte, el color del oro, el destello luminoso, nos invita a contemplar un paisaje árido, inquietante, en que la silueta de un niño desnutrido imagina un plato vacío de comida; es la campaña de Manos Unidas contra el hambre: SU MAÑANA ES HOY, reza el texto que acompaña a la imagen. Por otra parte, el color de la riqueza y de la abundancia, nos invita a disfrutar de la vida bebiendo con moderación: ¡ENRÓLATE!, dice este anuncio de 1990, rescatado de mi archivo particular de imágenes…

5.30 AM. Bali. A tiempo de ver salir el sol. No he conocido a nadie que se ría más que mi amigo Ratji, el pescador. Pícaro, parlanchín y amigo de cualquiera que ponga ojos de escuchar. Me sirve una copa de Cutty Sark y me señala el amanecer. Descalzo, ceremonioso, empieza a bailar. Mientras, el sol se levanta y le bendice.

(…el sol ilumina para unos pocos y quema para el resto…)


lunes, 4 de abril de 2011

El Color púrpura

El título de este blog hace referencia al color púrpura. Quise comenzar con esta llamativa imagen del denominado púrpura del ojo porque, aparte de resultarme poética y enigmática, tiene mucho que ver con la materia que aquí abordo. La cita que encabeza este blog nos aclara la procedencia del término “sehpurpur”, y especifica el significado que, a finales del siglo XIX, tuvo esta expresión.
Al hablar de la imagen, lo primero que imagino es un ojo que mira:

...el color nace de la luz y cambia con ella. La luz blanca del sol puede descomponerse por medio de un prisma de cristal en los colores del espectro luminoso, un haz de luces coloreadas que comprenden los tonos rojizo, amarillo, verde, azulado y violeta. La luz es una energía visible y forma parte del espectro electromagnético, siendo la única franja que el ojo humano puede percibir, de ahí que se le denomine espectro visible. También es preciso recordar que el color de una superficie no existe como valor objetivo por sí mismo. La tonalidad que muestra depende de la luz que recibe.

El color púrpura no es un color espectral, pero se asocia con el violeta. 
De acuerdo con las relaciones que se van estableciendo entre un color determinado y un elemento concreto o abstracto de nuestra realidad sensible, al púrpura se le ha relacionado con conceptos relativos a la realeza, el poder, la espiritualidad, la sublimación, y también con emociones como la melancolía, la tristeza o el sufrimiento.