"A finales de 1876, el profesor Franz Boll (1849-1879) descubrió que la capa externa de la retina posee un color púrpura. Halló que esta superficie se blanqueaba al ser expuesta a la luz, pero retomaba su color original en la oscuridad. Este color púrpura, que Boll llamó sehpurpur (púrpura del ojo), desaperece inmediatamente después de la muerte"

lunes, 17 de diciembre de 2012

Los riesgos de la infoxicación (Segunda parte)

Imagen tomada de cinismoilustrado
Casi todos los médicos coinciden en una cosa cuando se les habla de la información que circula en internet sobre diversas enfermedades: si no eres experto en medicina, lo mejor es no mirar o no fiarse del todo de lo que se lee. Y si no te quedas conforme con la recomendación que muy amablemente te brinda el especialista, mejor pedirle que te facilite la dirección de alguna página seria que trate de un modo comprensible el asunto que deseas consultar. 
Muchos de nosotros hemos caído en la tentación de buscar información en internet sobre algún problema de salud. Es inevitable: cuando nos preocupa algo deseamos saber a qué atenernos, aunque intuyamos que lo que probablemente encontremos sea bastante desalentador. (La curiosidad mató al gato y por la boca muere el pez). Creo que todos hemos podido comprobar alguna vez que no es del todo útil disponer de tanta información sin poseer un conocimiento claro de la materia a consultar. Pero, intentando no caer en el error de culpabilizar exclusivamente a aquellos que vuelcan información xica en la Red sobre diversas cuestiones (muchas de ellas delicadas cuestiones de salud) pienso que deberíamos preguntarnos por qué algunas personas creen a pies juntillas todo lo que leen en sus pantallas sobre asuntos lo suficientemente complejos como para poder desentrañarlos con un simple vistazo general. El desconocimiento genera insatisfacción (a veces), sin embargo, también nos protege (a veces) de la crueldad de algunas realidades complejas que sin la ayuda de un entendido en la materia no podríamos asimilar. Pero, es cierto: parece que estar siempre a un clic de casi todo lo imaginable hace que resulte absurdo no "buscar"; la cuestión es saber decidir cuándo ese cúmulo de información comienza a hacernos daño o a ser sencillamente un lastre… Se olvida con frecuencia que no saber seleccionar la información de acuerdo a unos criterios de validez pertinentes es casi peor que estar desinformado. Y a menudo nos vemos obligados a no poder seleccionar nada porque ignoramos la veracidad de los datos que consumimos. ¿Sería posible enseñar a seleccionar correctamente? ¿Bastaría con recomendar una lista de direcciones fiables

Supongo que ya a pocos les vale aquello que se nos decía: ojos que no ven, corazón que no siente (O quizá de tanto ver ya se esté dejando de sentir... Cuestión delicada). Pero, sí, de vez en cuando, (solo de vez en cuando), sí conviene no mirar.

miércoles, 5 de diciembre de 2012

Lucha de egos (Segunda parte)

Observo con cierta pasividad el panorama que se nos presenta y preveo el que se nos impondrá en un futuro inmediato. Todos hablamos de crisis, de “la crisis”, y luego cada uno le añade un complemento que acote su significado. Dependiendo del lugar que ocupemos dentro de este sistema que parece desplomarse de un momento a otro (si es que se tiene la suerte de ocupar un lugar específico), sostendremos una opinión o su contraria, pero, cierto es que, conforme avanzan los acontecimientos, casi todo el mundo coincide en una visión pesimista de la realidad presente y de su consecuencia futura (al menos a medio plazo).

Observo también con bastante asombro, cómo muchas de esas personas que dicen verlo todo negro no vacilan a la hora de decidir qué hacer al respecto, (probablemente porque ni tan siquiera se lo plantean de un modo consciente). Siguen con sus vidas haciendo prácticamente lo mismo que hacían hace cuatro o cinco años, pero mostrando estar muy pero que muy enfadados con todo aquello que suene a crisis. Al fin y al cabo, todo depende, insisto, del lugar desde donde uno perciba los acontecimientos y de las funciones que desempeñe en la sociedad. No es lo mismo vivir la crisis con un salario mensual más o menos garantizado (más o menos recortado) que vivirla desde la indigencia absoluta o desde una indigencia camuflada. Por otro lado es lícito actuar así porque no deja de ser humano: uno puede tener una conciencia social más o menos acentuada pero, yéndonos al extremo, ante el dilema de dejarse morir para que otro viva o vivir para que otro muera, pocos eligen lo primero y supongo que esos pocos que a lo largo de la historia han tomado esta decisión no habrán podido dejar tanta descendencia como los que optaron por lo segundo. (Aparte quedan los que opinan que todos podemos vivir igual de bien por los siglos de los siglos, amén). Al fin y al cabo, parece que inevitablemente los asuntos humanos se vuelven a reducir a lo mismo: la lucha de egos (no necesariamente vivida de un modo “humanamente” consciente), piedra angular de la selección natural como cambio evolutivo de todo bicho viviente. Quien mantiene la ilusión de ser mejor de lo que en realidad es (ficción consustancial al ser humano), es quien tiene más opciones de sobrevivir y dejar descendencia en tiempos de crisis. Quien sostenga una visión de sí mismo algo más realista (la excepción que confirma la regla) tenderá a asumir ese pesimismo generalizado como propio, dejando que haga mella (inconscientemente) en su día a día, y, por tanto, restándole capacidades, fuerza y deseos de reproducirse (o de recrearse en otros). 

De todos modos, no creo que estas generalizaciones sean el reflejo de la realidad, porque lo más probable es que constituyan otra ficción verosímil aceptada comúnmente. Sin embargo, no deja de asombrarme el hecho de que prácticamente todos hemos estado (o estaremos) a lo largo de nuestra vida en uno u otro lado de la balanza, contando una u otra versión de los hechos, según sean las circunstancias que vivamos. Supongo que, después de todo, cada cual se convence de lo que quiere, y, como se suele decir: la vida sigue.


jueves, 29 de noviembre de 2012

Azul místico V

"El azul no existe, bueno, el azul no existía. En muchos idiomas, "azul" no tiene entidad o es indistinto de otra gama. El "azul" para los bantúes, se parece al verde, igual que para el chino. El cielo es perfectamente verde, también, para los japoneses que confunden y varían los dos colores como nosotros decimos "pelota" o "balón". Para Homero, que no existió, lo único que se parece a ese "azul" es Atenea γλαυκὣπις ('ojos grises' o, incluso 'ojos de garza') y podemos ver que su mar es gris, pese a ser nuestro azul mediterráneo, probablemente con menos gasoil por disolver. Para Plinio el viejo, los grandes pintores sólo se valían de cuatro colores: rojo, blanco, negro y amarillo. No del azul, que tampoco está dentro de las tablas alquímicas, no pertenece a ninguna de las razas (no hay razas azules, pero somos blancos, amarillos, negros...), porque el azul no es un color natural.
Nosotros somos azules. Profundamente azules. El color del aire, para nosotros, niños, era azul, como para los pompeyanos de la Villa de los Misterios era rojo. Los pantalones son azules, la tinta de los bolígrafos, la bandera de la Unión Europea, los cascos azules, el cielo y el mar. Lo que no tiene forma, lo que se pierde, es azul, un color relativamente nuevo, un color sacado de la nada.
Sólo los bárbaros (los extranjeros) de Europacentral (esos pueblos que habitaban lo que hoy es Francia, Alemania, Polonia...) se pintaban el cuerpo entero de azul para entrar en combate o asaltar en la noche. Hasta el siglo XIV, el siglo de la flor de Lis que emerge de la guerra contra los albigenses del sur, el siglo de la consolidación de todas las vocaciones marianas europeas, el azul no es un color por sí mismo, sólo una casualidad, una extrañeza.
Después Goethe dirá que es el elemento de la oscuridad (la sombra natural no es negra, es azul) y Víctor Hugo, tras ver abiertas las grandes tumbas egipcias, se verá deslumbrado por ese Azur, que significará, más que la muerte, la libertad. Verlaine, Valéry, Darío... Azules en la poesía, azules en las comunidades de Cézanne y en la tristeza de Picasso.
El azul se nos ha impuesto en la industria desde que, sin querer, se descubrió el azul de Prusia, que invadió Europa y aún la sostiene. Se buscaba el rojo y se encontró la ilusión, la profundidad, el cielo y el mar, lo que no tiene forma y lo que, en realidad, dibuja la fantasía de las multitudes insolubles que somos."

Javier Pérez

lunes, 19 de noviembre de 2012

Interludio III

“Si es verdad que los gatos y los perros no ven los colores, ¿qué es lo que se pierden? De una cosa podemos estar seguros: la ausencia del color debe privarles de una dimensión de discriminación de las más eficaces. Será mucho más fácil distinguir y atrapar una pelota que ruede sobre el césped si se la identifica no sólo por su movimiento, forma, textura, y quizá luminosidad, sino también por el color rojo intenso que la distingue de la hierba verde. Además de esto, es posible que los animales dotados de visión cromática respondan a esa cualidad poderosamente vivificadora que para nosotros distingue un mundo coloreado de otro monocromo.”
Rudolf Arnheim: Arte y percepción visual, fragmento escogido.

domingo, 21 de octubre de 2012

Para ver necesitamos luz

La luz entra hasta el fondo del ojo. El cerebro interpreta los impulsos nerviosos que se han generado a través de las células fotosensibles de la retina. La luz se hace imagen. La imagen se hace estímulo, y el estímulo, impulso. El impulso se interpreta y la interpretación se hace consciente; entonces percibimos la realidad que se despliega ante nosotros. Asombroso: un proceso que se desarrolla de forma inconsciente, -como la mayor parte de los procesos orgánicos a los que nos vemos sometidos-, que pasa tan desapercibido, y que, sin embargo, es tan importante a la hora de interpretar el mundo tal y como se nos representa. Como ocurre la mayor parte de las veces, sólo comenzamos a valorar este tipo de mecanismos cuando se produce algún fallo o alguna anomalía en él. Es habitual no prestar atención a algo que funciona bien y sí hacerlo cuando deja de funcionar o funciona sólo a medias. Nuestra forma de interpretar el mundo es muy peculiar, casi tanto como nuestra manera de convertir la luz en imágenes. Mediante un minucioso proceso selectivo conseguimos filtrar unos estímulos más que otros. Diversas experimentaciones han podido verificar que prestamos mucha más atención a lo menos bueno que a lo menos malo. Nuestros recuerdos o asociaciones negativas poseen más preeminencia que las positivas, con lo que se necesita una cantidad considerable de voluntad para saber o aprender a apreciar lo positivo. Estamos diseñados para sobrevivir adaptándonos al entorno, aunque sea a costa de nuestra propia felicidad. Del mismo modo que para ver necesitamos luz, para conseguir prestar atención a lo menos malo hace falta una pequeña dosis diaria de buen humor y fuerza de voluntad.

martes, 24 de julio de 2012

Interludio II

"...Nunca vemos más allá de nuestras certezas y, lo que es más grave todavía, hemos renunciado a conocer a la gente, nos limitamos a conocernos a nosotros mismos sin reconocernos en esos espejos permanentes. Si nos diéramos cuenta, si tomáramos consciencia del hecho de que no hacemos sino mirarnos a nosotros mismos en el otro, que estamos solos en el desierto, enloqueceríamos..."
Muriel Barbery: La elegancia del erizo, fragmento escogido

viernes, 15 de junio de 2012

Ars longa

Caminando por los pasillos de un colegio me di de bruces con este cartel: 

Hubo un tiempo en que los entendidos en Comportamiento Humano aconsejaban que tuviésemos siempre a mano una frase que nos animase a perseverar en momentos de zozobra… Decían que era muy positivo escribir para uno mismo, en una lámina de papel más o menos pequeña, una frase alentadora que nos motivase nada más fijar nuestra mirada en ella. Creyendo en el poder de sugestión de la palabra escrita, rellené cientos de folios durante mi adolescencia, pero al final sólo colgué un mensaje en la pared: Ars longa, vita brevis. 

Al observar este cartel realizado por alumnos de un colegio de primaria, siento la necesidad de volver atrás en el tiempo y forrar con cartulinas las paredes de mi adolescencia. Pintar un corazón grande y rojo en el centro y rellenar las letras con rotulador azul. Porque, después de todo, sólo era cuestión de caminar.

lunes, 11 de junio de 2012

Azul místico IV

"(...) El pájaro azul era el pobre Garcín. ¿No sabéis por qué se llamaba así? Nosotros le bautizamos con ese nombre.
Ello no fue un simple capricho. Aquel excelente muchacho tenía el vino triste. Cuando le preguntábamos por qué, cuando todos reíamos como insensatos o como chicuelos, él arrugaba el ceño y miraba fijamente el cielo raso, y nos respondía sonriendo con cierta amargura:
-Camaradas: habéis de saber que tengo un pájaro azul en el cerebro; por consiguiente...
(...) A veces Garcín estaba más triste que de costumbre.
Andaba por los bulevares; veía pasar indiferente los lujosos carruajes, los elegantes, las hermosas mujeres. Frente al escaparte de un joyero sonreía; pero cuando pasaba cerca de un almacén de libros, se llegaba a las vidrieras, husmeaba y, al ver las lujosas ediciones, se declaraba decididamente envidioso, arrugaba la frente; para desahogarse, volvía el rostro hacia el cielo y suspiraba. Corría al café en busca de nosotros, conmovido, exaltado, pedía su vaso de ajenjo, y nos decía:
-Sí, dentro de la jaula de mi cerebro está preso un pájaro azul que quiere su libertad..." 
Rubén Darío

lunes, 28 de mayo de 2012

Sub specie aeternitatis

Al contemplar la realidad desde una perspectiva intemporal corremos el riesgo de infravalorar nuestro presente. Desde esta perspectiva de eternidad, el devenir cotidiano, junto con todas las obligaciones y costumbres diarias, se ve como algo insustancial e incluso absurdo. Un ir y venir a prisa, sin rumbo o pautado en exceso, que no conduce más que al progresivo desgaste físico y mental.
Al contemplar la realidad desde otra perspectiva algo más alentadora quizá nos ceguemos por momentos con la visión deslumbrante de una vida trascendental en potencia y dejemos un poco aparcada la imagen cotidiana de nuestras circunstancias actuales.


Podemos fantasear durante unos minutos con esta idea de trascendencia, pero sin demorarnos demasiado, porque tendremos que regresar de nuevo a nuestra rutina de reloj, de horarios pautados y apuntados digitalmente en nuestros dispositivos móviles interconectados y luminosos. Podremos fantasear con esta idea durante algún rato, el que nos quede entre pitido y pitido, entre llamada y alarma, entre pantalla y pantalla. 

O quizá podamos fantasear con vivir una vida virtualmente trascendente; mezclar dos modos de mirar, desde dos posibles ángulos. Ser a un tiempo de carne y a otro tiempo de hueso.

(Yo sé que la Vida es mucho más simple, pero cada día nos lo complican más).

sábado, 26 de mayo de 2012

Azul místico III

Estando en una joyería, un joyero me enseñó unos pendientes de oro azul que por su extremada belleza y singularidad eran prácticamente inasequibles. Al ver que apenas disponía de dinero para comprarlos (pese al gran interés que mostraba por ellos), el hombre dejó de enumerar las virtudes de aquellos pendientes y comenzó precipitadamente a hablar en un idioma extraño que yo lograba comprender a medias. Durante un buen rato estuvo halagándome con un sinfín de frases grandilocuentes y originales, hasta que, al fin, me convenció para que escribiese algo en su libro de visitas.
Yo escribí:
A través de estas joyas azules puedo ver una piscina redonda, como en los cantos de Ossián. 
En ese momento del sueño, justo después de escribir “Ossián” con letra temblorosa, le dije a mi acompañante que me había equivocado de nombre.

martes, 22 de mayo de 2012

Azul místico II

El azul, cuando se apaga, se vuelve taciturno y nostálgico. Es un blues que suena en mitad de la noche. El azul melancólico podría ser el color de los románticos que se dejan arrastrar por un sentimiento trágico ante la visión de un amor inalcanzable, pero yo creo que la melancolía se acerca más al naranja, porque un paisaje sosegado de otoño refleja de un modo más sutil la tristeza resignada y atávica del hombre. Lars von Trier retrata su particular Melancholia en azul. Un azul luminoso que sigue siendo igual de bello, a la vez que inquietante y destructor... 

Sin embargo, el color púrpura es el melancólico por excelencia, quizá por ser el resultado de la combinación de matices rojos y azules, (eternos rivales en un sistema petrificado de alegorías).

sábado, 12 de mayo de 2012

Ya no ganan los más fuertes, sino los más rápidos

Pero, ¿qué se gana siendo más rápido?
Supongo que los lentos o menos rápidos estamos especializados en restar. Sabemos que para llegar a conocer algo necesitamos tiempo y una dosis más o menos elevada de concentración, que sería imposible alcanzar mediante la multitarea o exceso de ruido informativo. También somos conscientes de que menos es más: sabemos que nuestro tiempo es limitado y, por tanto, experimentamos a diario los beneficios de la renuncia. Intuimos que nuestra atención es un recurso escaso, y precisamente por eso, huimos de la sobrecarga informativa.
Hay gente que puede vivir creyendo que la suma, además de acumulativa, es ilimitada. Los que no hacen más que correr, los que ganan en esta sociedad gobernada por la prisa y la acumulación de objetos y datos, son sin duda los más fuertes pero también los menos libres.


domingo, 29 de abril de 2012

Azul místico I

El azul pertenece a la gama de colores fríos, que llaman colores retrocedentes, pues se corresponden con procesos de pasividad y debilitación. Para muchos, el azul es el color del pensamiento (los egipcios identificaban el azul con la verdad), y habitualmente se le relaciona con el cielo y el mar (altura y profundidad), digamos, más bien, que esta es su asociación esencial, a partir de la cual, se establecen otras secundarias, como la del azul claro, (al cielo y día, al mar sereno); y la del azul oscuro, (al cielo y noche, al mar tempestuoso). Se establece una dicotomía entre la sombra y la luz: el azul oscuro se asimila al negro (noche) y el azul celeste, al blanco (día). Leí hace tiempo que el azul es el atributo de Júpiter y Juno, dioses del cielo, y por ello simboliza sentimientos religiosos, devoción, inocencia…

Frío, retroceso, pasividad, debilidad, pensamiento, verdad, cielo, mar, altura, profundidad, devoción, inocencia...
Cuando me preguntaban qué color era mi favorito, siempre contestaba que el azul, (hubo un tiempo en que estaba muy de moda entre las niñas el azul turquesa…). Con el paso de los años me decanté por el cyan porque era un término más rimbombante. Luego lo volví a llamar azul a secas. Ahora me detengo ante el azul cobalto y le guiño un ojo. Me sigue encantando el azul, pero cada día me aproximo más al naranja: 
su complementario.  

viernes, 6 de abril de 2012

Interludio I

"A menudo me pregunto si todos no llevamos dentro una especie de instinto canino casi criminal. Va diluido en esa violencia que se huele, que transpira en la piel cuando estamos con el coche en una calle atascada, hasta otras actitudes en apariencia más sutiles e inofensivas, aunque no por ello menos crueles. Por ejemplo: cuando ante nosotros tenemos a una persona muy tímida que rehúsa permanentemente nuestra mirada. Entonces, y creo que esto le ocurre a bastante gente, nos sentimos súbitamente insuflados de una seguridad rayana en la insolencia. Olvidamos nuestra propia timidez y, viendo al otro más débil que nosotros, nos cebamos en él demostrando o queriendo demostrar una firmeza de carácter que no es real. Aquella frase tan importante en la historia de Roma, ¡Ay de los vencidos!, adquiere en la vida cotidiana, y sin que apenas nos demos cuenta, unas proporciones monstruosas."
(Recuerdo cuando lo leí, y lo anoté, hace ya mucho tiempo. En determinadas ocasiones me viene a la mente, como una extraña melodía pegadiza a la que no consigo poner letra...)

viernes, 30 de marzo de 2012

Una combinación dinámica

Cuando el rojo y el verde se combinan dentro de una composición estática, parecen moverse. Lo mismo ocurre con el rojo y el azul. Todos hemos jugado de pequeños con este efecto visual de contraste entre colores complementarios especialmente saturados; al menos yo recuerdo haberme detenido una y mil veces ante imágenes de estas características, donde el rojo se peleaba con el azul o con el verde y ambos no dejaban de parpadear hasta crear una mezcla violenta que conseguía marearme por completo… Constituían imágenes hipnóticas porque el contraste o la ausencia parcial de armonía termina siempre atrayendo nuestra mirada. Muchos publicistas han jugado con este efecto para hacer de los envoltorios de sus productos un objeto esencialmente estimulante y atrayente. En las estampas que nos brinda la cotidianidad a menudo también se aprecian estos contrastes cromáticos sorprendentemente bellos. Como muestra, un botón.

jueves, 15 de marzo de 2012

El exceso de información atrofia la intuición

La intuición puede ser considerada un engaño. A menudo los juicios pausados y analíticos adquieren mayor credibilidad que nuestras primeras impresiones sobre un hecho concreto que nos atañe, quizá porque esas impresiones puedan ser fruto de nuestros miedos más irracionales o de nuestra falta de experiencia en determinadas parcelas de la realidad.
Normalmente, las buenas intuiciones están avaladas por la experiencia precedente de quien intuye. Cuanto mayor sea la pericia de alguien en un determinado campo de acción, mayor relevancia tendrán las intuiciones relativas a ese ámbito. Cuando la experiencia es insuficiente, las intuiciones pueden estar fundadas en una serie de filias y fobias entrelazadas que quizá no se ajusten del todo a la realidad.
En este punto hay que diferenciar la experiencia acumulada del exceso informativo al que nos sometemos en la actualidad.
La información está ahí para que la asimilemos, -o no-, mientras que la experiencia implica haber vivido, sentido, conocido, aprehendido una realidad más o menos compleja. No obstante, a través de diversos medios informativos podemos llegar a hacernos una idea más o menos aproximada sobre una realidad no vivida, de ahí que a menudo se confunda experimentar un hecho con informarse acerca de ese hecho en concreto. 
Ni mucho menos es lo mismo, pero, gracias al poder que ejerce sobre nosotros nuestra capacidad empática, frecuentemente experimentamos como propias vivencias ajenas, y sentimos a través de los demás, incluso a través de múltiples pantallas.
Cuando el exceso de datos bloquea nuestra intuición, sucede justamente lo contrario a lo que sucedería si en vez de datos tuviésemos un cúmulo de experiencias vitales. Esta impresión es reveladora:
Para tomar una decisión correcta necesitamos tan solo una buena razón y no muchas.
A veces ignorar parte de la información ayuda a acertar.

lunes, 23 de enero de 2012

Reinventarse o morir

Pese a todos estos cambios vertiginosos a los que nos vemos sometidos en la actualidad, la Naturaleza nos vuelve a demostrar que el verdadero cambio nace de la monotonía; como una silenciosa repetición de frecuencias rítmicas constantes que se ve enriquecida cada cierto tiempo con unos golpes vigorosos que acentúan y fijan otra pauta de asimilación.
Debajo de cada cambio, sustancial en apariencia, subyace lo inalterable, la sustancia permanente que nos hace ser como somos, -y no otros. Cambiar en apariencia adaptándose a las circunstancias es sensato y necesario, pero pretender cambiar esa frecuencia rítmica constante y esencial es como pretender que nuestro corazón siga latiendo a golpe de martillazos.
"La vida hace los caracteres con su acción laboriosa, y también los modifica temporalmente, o los desfigura con la acción explosiva de un caso terrible y anormal. Un cobarde puede llegar hasta el heroísmo en momentos dados, y un avaro a la generosidad."