"A finales de 1876, el profesor Franz Boll (1849-1879) descubrió que la capa externa de la retina posee un color púrpura. Halló que esta superficie se blanqueaba al ser expuesta a la luz, pero retomaba su color original en la oscuridad. Este color púrpura, que Boll llamó sehpurpur (púrpura del ojo), desaperece inmediatamente después de la muerte"

lunes, 28 de mayo de 2012

Sub specie aeternitatis

Al contemplar la realidad desde una perspectiva intemporal corremos el riesgo de infravalorar nuestro presente. Desde esta perspectiva de eternidad, el devenir cotidiano, junto con todas las obligaciones y costumbres diarias, se ve como algo insustancial e incluso absurdo. Un ir y venir a prisa, sin rumbo o pautado en exceso, que no conduce más que al progresivo desgaste físico y mental.
Al contemplar la realidad desde otra perspectiva algo más alentadora quizá nos ceguemos por momentos con la visión deslumbrante de una vida trascendental en potencia y dejemos un poco aparcada la imagen cotidiana de nuestras circunstancias actuales.


Podemos fantasear durante unos minutos con esta idea de trascendencia, pero sin demorarnos demasiado, porque tendremos que regresar de nuevo a nuestra rutina de reloj, de horarios pautados y apuntados digitalmente en nuestros dispositivos móviles interconectados y luminosos. Podremos fantasear con esta idea durante algún rato, el que nos quede entre pitido y pitido, entre llamada y alarma, entre pantalla y pantalla. 

O quizá podamos fantasear con vivir una vida virtualmente trascendente; mezclar dos modos de mirar, desde dos posibles ángulos. Ser a un tiempo de carne y a otro tiempo de hueso.

(Yo sé que la Vida es mucho más simple, pero cada día nos lo complican más).

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