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Imagen tomada de cinismoilustrado |
Muchos de nosotros hemos caído en la tentación de buscar información en internet sobre algún problema de salud. Es inevitable: cuando nos preocupa algo deseamos saber a qué atenernos, aunque intuyamos que lo que probablemente encontremos sea bastante desalentador. (La curiosidad mató al gato y por la boca muere el pez). Creo que todos hemos podido comprobar alguna vez que no es del todo útil disponer de tanta información sin poseer un conocimiento claro de la materia a consultar. Pero, intentando no caer en el error de culpabilizar exclusivamente a aquellos que vuelcan información tóxica en la Red sobre diversas cuestiones (muchas de ellas delicadas cuestiones de salud) pienso que deberíamos preguntarnos por qué algunas personas creen a pies juntillas todo lo que leen en sus pantallas sobre asuntos lo suficientemente complejos como para poder desentrañarlos con un simple vistazo general. El desconocimiento genera insatisfacción (a veces), sin embargo, también nos protege (a veces) de la crueldad de algunas realidades complejas que sin la ayuda de un entendido en la materia no podríamos asimilar. Pero, es cierto: parece que estar siempre a un clic de casi todo lo imaginable hace que resulte absurdo no "buscar"; la cuestión es saber decidir cuándo ese cúmulo de información comienza a hacernos daño o a ser sencillamente un lastre… Se olvida con frecuencia que no saber seleccionar la información de acuerdo a unos criterios de validez pertinentes es casi peor que estar desinformado. Y a menudo nos vemos obligados a no poder seleccionar nada porque ignoramos la veracidad de los datos que consumimos. ¿Sería posible enseñar a seleccionar correctamente? ¿Bastaría con recomendar una lista de direcciones fiables?
Supongo que ya a pocos les vale aquello que se nos decía: ojos que no ven, corazón que no siente… (O quizá de tanto ver ya se esté dejando de sentir... Cuestión delicada). Pero, sí, de vez en cuando, (solo de vez en cuando), sí conviene no mirar.