"A finales de 1876, el profesor Franz Boll (1849-1879) descubrió que la capa externa de la retina posee un color púrpura. Halló que esta superficie se blanqueaba al ser expuesta a la luz, pero retomaba su color original en la oscuridad. Este color púrpura, que Boll llamó sehpurpur (púrpura del ojo), desaperece inmediatamente después de la muerte"

martes, 24 de julio de 2012

Interludio II

"...Nunca vemos más allá de nuestras certezas y, lo que es más grave todavía, hemos renunciado a conocer a la gente, nos limitamos a conocernos a nosotros mismos sin reconocernos en esos espejos permanentes. Si nos diéramos cuenta, si tomáramos consciencia del hecho de que no hacemos sino mirarnos a nosotros mismos en el otro, que estamos solos en el desierto, enloqueceríamos..."
Muriel Barbery: La elegancia del erizo, fragmento escogido

viernes, 15 de junio de 2012

Ars longa

Caminando por los pasillos de un colegio me di de bruces con este cartel: 

Hubo un tiempo en que los entendidos en Comportamiento Humano aconsejaban que tuviésemos siempre a mano una frase que nos animase a perseverar en momentos de zozobra… Decían que era muy positivo escribir para uno mismo, en una lámina de papel más o menos pequeña, una frase alentadora que nos motivase nada más fijar nuestra mirada en ella. Creyendo en el poder de sugestión de la palabra escrita, rellené cientos de folios durante mi adolescencia, pero al final sólo colgué un mensaje en la pared: Ars longa, vita brevis. 

Al observar este cartel realizado por alumnos de un colegio de primaria, siento la necesidad de volver atrás en el tiempo y forrar con cartulinas las paredes de mi adolescencia. Pintar un corazón grande y rojo en el centro y rellenar las letras con rotulador azul. Porque, después de todo, sólo era cuestión de caminar.

lunes, 11 de junio de 2012

Azul místico IV

"(...) El pájaro azul era el pobre Garcín. ¿No sabéis por qué se llamaba así? Nosotros le bautizamos con ese nombre.
Ello no fue un simple capricho. Aquel excelente muchacho tenía el vino triste. Cuando le preguntábamos por qué, cuando todos reíamos como insensatos o como chicuelos, él arrugaba el ceño y miraba fijamente el cielo raso, y nos respondía sonriendo con cierta amargura:
-Camaradas: habéis de saber que tengo un pájaro azul en el cerebro; por consiguiente...
(...) A veces Garcín estaba más triste que de costumbre.
Andaba por los bulevares; veía pasar indiferente los lujosos carruajes, los elegantes, las hermosas mujeres. Frente al escaparte de un joyero sonreía; pero cuando pasaba cerca de un almacén de libros, se llegaba a las vidrieras, husmeaba y, al ver las lujosas ediciones, se declaraba decididamente envidioso, arrugaba la frente; para desahogarse, volvía el rostro hacia el cielo y suspiraba. Corría al café en busca de nosotros, conmovido, exaltado, pedía su vaso de ajenjo, y nos decía:
-Sí, dentro de la jaula de mi cerebro está preso un pájaro azul que quiere su libertad..." 
Rubén Darío

lunes, 28 de mayo de 2012

Sub specie aeternitatis

Al contemplar la realidad desde una perspectiva intemporal corremos el riesgo de infravalorar nuestro presente. Desde esta perspectiva de eternidad, el devenir cotidiano, junto con todas las obligaciones y costumbres diarias, se ve como algo insustancial e incluso absurdo. Un ir y venir a prisa, sin rumbo o pautado en exceso, que no conduce más que al progresivo desgaste físico y mental.
Al contemplar la realidad desde otra perspectiva algo más alentadora quizá nos ceguemos por momentos con la visión deslumbrante de una vida trascendental en potencia y dejemos un poco aparcada la imagen cotidiana de nuestras circunstancias actuales.


Podemos fantasear durante unos minutos con esta idea de trascendencia, pero sin demorarnos demasiado, porque tendremos que regresar de nuevo a nuestra rutina de reloj, de horarios pautados y apuntados digitalmente en nuestros dispositivos móviles interconectados y luminosos. Podremos fantasear con esta idea durante algún rato, el que nos quede entre pitido y pitido, entre llamada y alarma, entre pantalla y pantalla. 

O quizá podamos fantasear con vivir una vida virtualmente trascendente; mezclar dos modos de mirar, desde dos posibles ángulos. Ser a un tiempo de carne y a otro tiempo de hueso.

(Yo sé que la Vida es mucho más simple, pero cada día nos lo complican más).

sábado, 26 de mayo de 2012

Azul místico III

Estando en una joyería, un joyero me enseñó unos pendientes de oro azul que por su extremada belleza y singularidad eran prácticamente inasequibles. Al ver que apenas disponía de dinero para comprarlos (pese al gran interés que mostraba por ellos), el hombre dejó de enumerar las virtudes de aquellos pendientes y comenzó precipitadamente a hablar en un idioma extraño que yo lograba comprender a medias. Durante un buen rato estuvo halagándome con un sinfín de frases grandilocuentes y originales, hasta que, al fin, me convenció para que escribiese algo en su libro de visitas.
Yo escribí:
A través de estas joyas azules puedo ver una piscina redonda, como en los cantos de Ossián. 
En ese momento del sueño, justo después de escribir “Ossián” con letra temblorosa, le dije a mi acompañante que me había equivocado de nombre.

martes, 22 de mayo de 2012

Azul místico II

El azul, cuando se apaga, se vuelve taciturno y nostálgico. Es un blues que suena en mitad de la noche. El azul melancólico podría ser el color de los románticos que se dejan arrastrar por un sentimiento trágico ante la visión de un amor inalcanzable, pero yo creo que la melancolía se acerca más al naranja, porque un paisaje sosegado de otoño refleja de un modo más sutil la tristeza resignada y atávica del hombre. Lars von Trier retrata su particular Melancholia en azul. Un azul luminoso que sigue siendo igual de bello, a la vez que inquietante y destructor... 

Sin embargo, el color púrpura es el melancólico por excelencia, quizá por ser el resultado de la combinación de matices rojos y azules, (eternos rivales en un sistema petrificado de alegorías).

sábado, 12 de mayo de 2012

Ya no ganan los más fuertes, sino los más rápidos

Pero, ¿qué se gana siendo más rápido?
Supongo que los lentos o menos rápidos estamos especializados en restar. Sabemos que para llegar a conocer algo necesitamos tiempo y una dosis más o menos elevada de concentración, que sería imposible alcanzar mediante la multitarea o exceso de ruido informativo. También somos conscientes de que menos es más: sabemos que nuestro tiempo es limitado y, por tanto, experimentamos a diario los beneficios de la renuncia. Intuimos que nuestra atención es un recurso escaso, y precisamente por eso, huimos de la sobrecarga informativa.
Hay gente que puede vivir creyendo que la suma, además de acumulativa, es ilimitada. Los que no hacen más que correr, los que ganan en esta sociedad gobernada por la prisa y la acumulación de objetos y datos, son sin duda los más fuertes pero también los menos libres.


domingo, 29 de abril de 2012

Azul místico I

El azul pertenece a la gama de colores fríos, que llaman colores retrocedentes, pues se corresponden con procesos de pasividad y debilitación. Para muchos, el azul es el color del pensamiento (los egipcios identificaban el azul con la verdad), y habitualmente se le relaciona con el cielo y el mar (altura y profundidad), digamos, más bien, que esta es su asociación esencial, a partir de la cual, se establecen otras secundarias, como la del azul claro, (al cielo y día, al mar sereno); y la del azul oscuro, (al cielo y noche, al mar tempestuoso). Se establece una dicotomía entre la sombra y la luz: el azul oscuro se asimila al negro (noche) y el azul celeste, al blanco (día). Leí hace tiempo que el azul es el atributo de Júpiter y Juno, dioses del cielo, y por ello simboliza sentimientos religiosos, devoción, inocencia…

Frío, retroceso, pasividad, debilidad, pensamiento, verdad, cielo, mar, altura, profundidad, devoción, inocencia...
Cuando me preguntaban qué color era mi favorito, siempre contestaba que el azul, (hubo un tiempo en que estaba muy de moda entre las niñas el azul turquesa…). Con el paso de los años me decanté por el cyan porque era un término más rimbombante. Luego lo volví a llamar azul a secas. Ahora me detengo ante el azul cobalto y le guiño un ojo. Me sigue encantando el azul, pero cada día me aproximo más al naranja: 
su complementario.  

viernes, 6 de abril de 2012

Interludio I

"A menudo me pregunto si todos no llevamos dentro una especie de instinto canino casi criminal. Va diluido en esa violencia que se huele, que transpira en la piel cuando estamos con el coche en una calle atascada, hasta otras actitudes en apariencia más sutiles e inofensivas, aunque no por ello menos crueles. Por ejemplo: cuando ante nosotros tenemos a una persona muy tímida que rehúsa permanentemente nuestra mirada. Entonces, y creo que esto le ocurre a bastante gente, nos sentimos súbitamente insuflados de una seguridad rayana en la insolencia. Olvidamos nuestra propia timidez y, viendo al otro más débil que nosotros, nos cebamos en él demostrando o queriendo demostrar una firmeza de carácter que no es real. Aquella frase tan importante en la historia de Roma, ¡Ay de los vencidos!, adquiere en la vida cotidiana, y sin que apenas nos demos cuenta, unas proporciones monstruosas."
(Recuerdo cuando lo leí, y lo anoté, hace ya mucho tiempo. En determinadas ocasiones me viene a la mente, como una extraña melodía pegadiza a la que no consigo poner letra...)

viernes, 30 de marzo de 2012

Una combinación dinámica

Cuando el rojo y el verde se combinan dentro de una composición estática, parecen moverse. Lo mismo ocurre con el rojo y el azul. Todos hemos jugado de pequeños con este efecto visual de contraste entre colores complementarios especialmente saturados; al menos yo recuerdo haberme detenido una y mil veces ante imágenes de estas características, donde el rojo se peleaba con el azul o con el verde y ambos no dejaban de parpadear hasta crear una mezcla violenta que conseguía marearme por completo… Constituían imágenes hipnóticas porque el contraste o la ausencia parcial de armonía termina siempre atrayendo nuestra mirada. Muchos publicistas han jugado con este efecto para hacer de los envoltorios de sus productos un objeto esencialmente estimulante y atrayente. En las estampas que nos brinda la cotidianidad a menudo también se aprecian estos contrastes cromáticos sorprendentemente bellos. Como muestra, un botón.

jueves, 15 de marzo de 2012

El exceso de información atrofia la intuición

La intuición puede ser considerada un engaño. A menudo los juicios pausados y analíticos adquieren mayor credibilidad que nuestras primeras impresiones sobre un hecho concreto que nos atañe, quizá porque esas impresiones puedan ser fruto de nuestros miedos más irracionales o de nuestra falta de experiencia en determinadas parcelas de la realidad.
Normalmente, las buenas intuiciones están avaladas por la experiencia precedente de quien intuye. Cuanto mayor sea la pericia de alguien en un determinado campo de acción, mayor relevancia tendrán las intuiciones relativas a ese ámbito. Cuando la experiencia es insuficiente, las intuiciones pueden estar fundadas en una serie de filias y fobias entrelazadas que quizá no se ajusten del todo a la realidad.
En este punto hay que diferenciar la experiencia acumulada del exceso informativo al que nos sometemos en la actualidad.
La información está ahí para que la asimilemos, -o no-, mientras que la experiencia implica haber vivido, sentido, conocido, aprehendido una realidad más o menos compleja. No obstante, a través de diversos medios informativos podemos llegar a hacernos una idea más o menos aproximada sobre una realidad no vivida, de ahí que a menudo se confunda experimentar un hecho con informarse acerca de ese hecho en concreto. 
Ni mucho menos es lo mismo, pero, gracias al poder que ejerce sobre nosotros nuestra capacidad empática, frecuentemente experimentamos como propias vivencias ajenas, y sentimos a través de los demás, incluso a través de múltiples pantallas.
Cuando el exceso de datos bloquea nuestra intuición, sucede justamente lo contrario a lo que sucedería si en vez de datos tuviésemos un cúmulo de experiencias vitales. Esta impresión es reveladora:
Para tomar una decisión correcta necesitamos tan solo una buena razón y no muchas.
A veces ignorar parte de la información ayuda a acertar.

lunes, 23 de enero de 2012

Reinventarse o morir

Pese a todos estos cambios vertiginosos a los que nos vemos sometidos en la actualidad, la Naturaleza nos vuelve a demostrar que el verdadero cambio nace de la monotonía; como una silenciosa repetición de frecuencias rítmicas constantes que se ve enriquecida cada cierto tiempo con unos golpes vigorosos que acentúan y fijan otra pauta de asimilación.
Debajo de cada cambio, sustancial en apariencia, subyace lo inalterable, la sustancia permanente que nos hace ser como somos, -y no otros. Cambiar en apariencia adaptándose a las circunstancias es sensato y necesario, pero pretender cambiar esa frecuencia rítmica constante y esencial es como pretender que nuestro corazón siga latiendo a golpe de martillazos.
"La vida hace los caracteres con su acción laboriosa, y también los modifica temporalmente, o los desfigura con la acción explosiva de un caso terrible y anormal. Un cobarde puede llegar hasta el heroísmo en momentos dados, y un avaro a la generosidad."